Como todas las noches de verano, ya sea por la falta de
cansancio o por algún problema mental, me encontraba en la cama, dando vueltas
y sin poder conciliar el sueño. Pero no fue una noche normal, no.
Me hallaba acostado, mirando hacia la pared,< cuando
decidí hacer algo de provecho, había decido intentar fijarme en todo lo que
sucedía a mi alrededor, y en mí mismo, para darme cuenta de que no es aburrido
lo que me pasa por las noches, al contrario, están repletas de detalles que
pasan por alto pero que son realmente interesantes.
Lo primero en lo que me fijé fue en como la luz de la calle
pasaba a través de los pequeños y rectangulares orificios de la persiana
clavándose en el muro de la pared como si de hermosas luciérnagas se tratara.
Me pude fijar en la de vueltas que puedo darle a la cama
hasta que consigo dormirme, en el dolor de espalda que me induce a darlas,
notaba como el aire del ventilador me daba en el rostro y en parte del cuerpo,
notaba como este me provocaba escalofríos cuando le daba la espalda y estaba
mirando la pared, esto sucedía porque el aire chocaba contra dicha pared y me
daba de lleno en la cara, pude sentir como me ponía más nervioso practicando
los dos métodos o técnicas de relajación que suelo emplear por las noches para
conseguir serenarme.
Conseguí escuchar los ruidos del exterior, pese a que tenía
el ventilador rugiéndome al lado, pude escuchar a la gente, los coches, la
brisa, brisa que veía reflejada en el armario con la que se podía observar la
luz procedente de la calle y la sombra de una rama de árbol moviéndose de forma
que parecía que un ser del otro mundo me hacía señales con su mano.
Volví a mirar a la ventana y me pude fijar como la posición
en la que me encontraba, la altura de la cama y el hueco que había abierto de
ventana justo cortaba la luz de la farola por la mitad, también me fijé como la
vi parpadear, y, no es que la luz parpadeara, lo que sucedía era que la estaba
mirando a través de las aspas del ventilador y como soy miope no lo pude
apreciar hasta llevar un rato mirando.
Recuerdo como pateaba la pared cuidadosamente, eso me hacía
sentir mas calmado. Esa noche, aparte de tararear canciones que me sonaban en
la cabeza, también pude tararear sintonías que iba improvisando, sintonías que
hacían que todo fuese más relajado y armonioso.
Volviendo al tema del ventilador, lo intenté desmenuzar todo
lo posible, intenté recordar el color del cuerpo, de las aspas, hasta el color
de la marca que lo había fabricado, intenté recordar su volumen, su tamaño, los
botones que tenía. Intenté descomponerlo en piezas como si fuese un puzle.
Una de las cosas que más me impactó fue ver mi sombra entre
la oscuridad, el juego de luces que había entre la luz que entraba por la
ventana, los rayitos que entraban por los agujeros de la persiana, la oscuridad
de la habitación, y finalmente mi cuerpo hicieron que, casi de forma mágica, me
viese reflejado en la pared.
También puedo recordar como intentaba analizarlo todo
minuciosamente para que cuando me pusiera a escribirlo se me olvidaran el menor
número de cosas posibles.
Allí acostado recordé que a la gente que se siente agobiada les
sirve mucho el llorar, lo intenté de todas formas pero no soy un chico de
lágrima fácil, ¿Qué se le va a hacer?
Finalmente el sueño me pudo, me venció, acabé dormido,
dormido pero con la satisfacción de saber que no había desperdiciado la noche.
A esta experiencia nocturna sólo le pongo un pero, el saber
que todo lo sucedido no está en esta hoja porque resulta imposible percibir y
acordarse de todo lo que aconteció dentro de esas cuatro paredes.
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