Aún recuerdo tus primeros pasos en el F.C. Barcelona, pese a clasificarnos para la Champions esa pretemporada, comenzaste la liga perdiendo y empatando. Para el aficionado culé era imposible no cuestionarte, tú, un muchacho con apenas dos años de experiencia como entrenador en 3ª y 2ª B estaba al cargo de un equipo como el Barça en 1ª división.
Poco tardaste en ganarte el cariño y la confianza de la afición del Camp Nou, hombre selecto y con las ideas claras que, pese a tener una base formada, revolucionaste el plantel tomando una difícil decisión, prescindir de dos líderes de este equipo como lo eran Ronaldinho y Deco para, así, dar paso a la cantera.
Durante estos cuatros años nos has dado tanto que quedarme con tus trece títulos, tus lágrimas en Abu Dhabi, tu carrera por la banda de Stamford Bridge, tu ciega confianza en todos y cada uno de tus jugadores, tu sabiduría, tu entrega, tu filosofía, tu humildad, tu respeto hacia el rival, tu manera de reinventar el fútbol y tu pasión por este deporte, me parece que no representa ni un cinco por ciento de lo que nos has dado.
Aquel pequeño recogepelotas pasó a ser un delgaducho jugador y terminó por forjarse en el cuerpo de un hombre, el hombre que cautivó al Camp Nou en el banquillo dirigiendo al equipo.
Hoy nos enteramos que te vas, que nos dejas, que no continuas con nosotros. Debemos respetar tu decisión, pero eso no implica que los culés no nos sintamos hoy de luto, lo estamos, nos quedamos sin nuestro referente, sin nuestro guía, sin nuestro estandarte. Y no, por más que te busquen sustituto no podrá suplir ni llenarnos con lo que tú nos das.
Pep, siempre agradecido. Pep, siempre el mejor.
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